14.9.10

no sé qué título ponerle

No me gusta decepcionarme, nunca. A nadie le gusta. Estar en el mundo, ser parte del mismo, desde ya es un gran compromiso. Y si miramos un poquito, todos formamos parte del mundo. No me gusta ver las realidades que éste me muestra en el camino. No logro entender cómo es posible que haya gente tan vacía, gente mala, gente indiferente, gente individualista... al mismo tiempo que hay gente buena, solidaria, y todos los adjetivos calificativos más lindos que se puedan decir. ¡Y todos esos conviviendo en un mismo mundo! Comiéndonos las consecuencias del resto. Tragándonos la mierda de otros. ¿Con qué necesidad? No quiero depender de nadie ni de nada, no quiero ser afectada por el actuar de otros. No quiero ver una vez más lo que la gente es capaz de hacer. Me decepcionan, me dan vergüenza. No me gusta asumir que yo soy como ellos, pero con un actuar o personalidad diferente. No me gusta tener que verles la cara en un subte, en un tren, en una calle, en un trabajo, en un colegio, en una facultad. Y sin embargo, tengo que bancarmela, porque es uno de los tantos desafíos que el mundo me obliga a cumplir -al igual que a todos-. Aún así, sé que no debo basarme simplemente en eso, y sé que tengo que repetirme (muchas veces, para no olvidarme) que en el mundo no todo es feo como lo vemos, drásticamente. También tiene cosas lindas, y es verdad. También es verdad que son POCAS las cosas lindas a comparación de las cosas malas. Pero como dije antes, tengo que reiterarme mil veces y más que esas cosas lindas son las que valen, las que llenan el alma, las que nos hacen ser felices, aunque sea un poquitito. Es la única medicina a la impotencia que el mundo me genera.

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